sábado, 22 de agosto de 2009

Día 10. El Cairo


Hoy vamos primero a La Ciudadela, a visitar la Mezquita de Mohamed Ali, la de Alabastro, que vimos iluminada la otra noche. Es muy bonita, aunque no tiene demasiado que ver como todas las mezquitas (lo explico luego), es enorme.



En la entrada, nos tenemos que poner las babuchas que nos da la agencia, para no tener que quitarse los zapatos, y las mujeres tenemos que cubrirnos los hombros y brazos, a una compañera que su pantalón no llega hasta la rodilla, la hacen ponerse una especie de poncho cerrado por delante, todo verde, y que la tapa desde el cuello hasta los pies, solo deja libre por unas ranuras los bracitos hasta el codo, para que os hagáis una idea, el único movimiento que podía hacer era como los pingüinos, andar a pasitos con los bracitos pegados al cuerpo, la verdad es que en la siguiente entrada veréis que se pasan un montón con lo de las mezquitas, pero en fin hay ciertos viajes en los que tienes que ir con la mente abierta, dosis de paciencia, y sobre todo mucho respeto a sus costumbres, y este es el caso de las mezquitas.

Pues iba por la entrada, el patio donde está la fuente de agua para las abluciones, la purificación (lavarse) que hacen los musulmanes antes de rezar, y luego entras a la sala donde rezan, que tiene el sagrario enfocado a la meca, y junto a él, el púlpito donde el Iman lanza sus consignas.

Explico esto porque todas las mezquitas tienen la misma estructura más o menos, aunque algunas añaden tumbas de gente de importancia en la historia del Islam. Cuando he comentado que no tienen mucho que ver, me refería a que solo hay eso, es decir, no hay más capillas, ni más salas, ni nada, es todo bastante diáfano.


Bueno pues después vamos al barrio copto, otro lugar con bastante importancia para los cristianos. Visitamos la Iglesia de San Sergio, del siglo IV, una pasada, se nota el olor añejo, mezclado con incienso con alguna esencia, parece sándalo, aquí podemos admirar desde lejos, porque no se puede entrar, solo ves desde arriba lo poco que te llega la vista, una zona en la que se cree que la Sagrada Familia se refugió de su huída de Herodes por Egipto, lo que hace que los católicos sintamos algo muy especial, además de que ver las imágenes colgadas de la pared, tan antiguas, tan bonitas, no sé la verdad es que tuvimos sensación de tranquilidad, efectivamente de refugio.

Luego visitamos la sinagoga de Ben Ezra, donde se supone que se encontró la cesta de Moisés, aunque nuestro guía nos explica algo en lo que creo que lleva razón, puesto que en esa época El Cairo no existía, se creó en el siglo 10 como ciudad, por tanto no había ningún faraón instalado allí, ni nada por el estilo. No deja de ser curioso que al entrar en la sinagoga percibas un estilo de decoración muy árabe. En cualquier caso es muy bonita, y hay que ver la representación de las tres religiones para tomarle el pulso religioso a la ciudad.

Luego vamos al Kalili, el mercado, esta vez de día. Nos damos una vuelta por las principales calles, y por algunas que no lo son tanto, para situarnos, y ver que hay, porque el día siguiente lo tenemos libre y lo dedicaremos a unas cuantas mezquitas importantes de la ciudad y a las últimas compras. A la media hora estamos tomándonos un té con menta con el guía y poco a poco nos vamos reuniendo todo el grupo.

La verdad es que debo confesar que con las compras que hemos hecho hasta ahora, creo que elementos de bastante buena calidad, veo lo que ofrecen en el mercado, y me parecen baratijas el 90 % de la mercancía.

Luego nos vamos al museo, vemos toda la planta de todo lo que se encontró en la tumba de Tutankhamon, las joyas, las salas de las momias, y unas cuantas estatuas importantes que nuestro guía nos indica dónde están, la primera mitad de la visita tenemos a nuestro guía y sus explicaciones, y la verdad es que es genial, en cuanto se nos va notamos su falta, hay tantas cosas que ver en el museo y tanto que nos expliquen. Nos vamos a la carrera porque no tenemos tiempo de más, comemos en un barco en el Nilo todos juntos, está incluido en la visita.

Y luego nos tenemos que despedir, ya que hay quienes se van mañana, y quienes no como nosotros, y a nuestro guía no le veremos más, al menos en este viaje. Me da mucha pena despedirme de él, la verdad es que tengo la sensación de que para mí está siendo un maestro, es que realmente lo es, pero como nos ha enseñado tantas cosas, y se ve que vive su trabajo, le encanta, lo disfruta, eso se nota, pues me da mucha pena, pero no hay más remedio.

Descansamos un poco en el hotel, y quedamos con el minigrupito que hemos hecho amistad, para dar una vuelta y buscar las librerías para tratar de encontrar los libros de cocina que una compañera y yo queremos buscar, además los otros chicos tenían que hacer las últimas compras. Ahí es donde vemos el día a día de los ciudadanos de El Cairo. La verdad es que con nuestros ojos occidentales, ver la basura en las calles, las aceras destrozadas en algunas partes, los ojos de los hombres como nos comían a las mujeres con la vista, y eso que no íbamos exageradas, el caos del tráfico, donde no hay reglas, tienes que cruzar por cualquier sitio, la verdad es que todo eso hace que no apetezca “pasear” por la ciudad, aunque me da mucha pena tener que escribir esto, porque es un gran país, y podrían cambiar, pero me temo que el gobierno no hace mucho por mejorar la vida del ciudadano de a pie.

Pasamos tres horas andando y al final no encontramos lo que buscamos, al menos los libros, porque los que buscaban souvenirs finalmente sí que los encontraron. Casi los únicos turistas que había en la calle éramos nosotros, yo creo que en general la gente no se atreve a salir a la calle, y aunque puede parecer lógico, la verdad es que no te sientes inseguro, de hecho no es un país en el que haya robos o tirones por la calle, en general al turismo lo cuidan mucho, no se te pierde nada, no te roban nada, ni por la calle, es un país seguro, o al menos eso hemos sentido nosotros.

Mañana nuestro último día en El Cairo, visitando mezquitas, haciendo las últimas compras y terminando de disfrutar del hotelazo que tenemos.

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