Nos vamos en un taxi a la mezquita de Ibn Tulun, concertamos el taxi desde el mismo hotel, la verdad es que es el mejor que hemos cogido en toda la ciudad, coche nuevo con aire acondicionado, el taxista con corbata, en fin de categoría, como el hotel. Nos lleva a la mezquita, nos ponemos toda la parafernalia, Juan solo las babuchas para tapar los zapatos, pero yo además tengo que ponerme una blusa de manga larga que ya traía preparada, menos mal que es muy finita de algodón, de esas que son como una chilaba pero en blusa, y venga a pasar calor, que llevo dos capas.
La característica principal de esta mezquita es la forma de construirla que es diferente a las demás, además de su minarete con escaleras de caracol. Hay un friso de madera de sicomoro que se dice perteneció al arca de Noé, pero esto no sé si está demostrado.
Vamos andando hasta la plaza donde están dos de las joyas islámicas de El Cairo, la Mezquita-Madrasa del Sultán Hassan, y la Mezquita de Ar-Rifei, la de Hassan es enorme, además de ser una de las escuelas del Islam más importantes históricamente, pero la de Ar-Rifei es preciosa, que detalles, es superbonita, y visitas las tumbas reales, donde está enterrado el último Sha de Irán.Ni que decir tiene que la entrada a cada mezquita tiene el ritual característico de vestirte la blusa y quitarte los zapatos, que en las dos últimas no admitieron las babuchas, excepto en la última que ahora explicaré.
Nos vamos de allí y cogemos un taxi de los cutres, de los negros y blancos, para llevarnos a la zona del Kalili, puesto que es colindante con la mezquita de Al-Azhar, la más importante del Egipto islámico, por grande y por importancia religiosa, está en activo, muy en activo, y el representante religioso de todo Egipto, como nuestro Papa pero de Egipto, tiene el título de Sheik de Al-Azhar.
Bueno pues nuestra primera experiencia en los taxis cutrecillos, al final salió bien, pero nos dio un pelín de miedo, lo que pasó es que prefirió dar vueltas antes que estar parado por el tráfico, y una de las vueltas la dio por la ciudad de los muertos, el cementerio de El Cairo okupado por gente sin hogar, y que según parece es la zona más peligrosa de la ciudad. Pero no pasó nada, eso sí dio más vueltas que pa qué, yo pensaba, por 15 libras no hace este trayecto, nos va a pedir más, ya verás. Pues no, habíamos quedado en 15 libras, y sin ningún problema. Si algo hemos comprobado es que los cairotas son gente de palabra, y creo que los egipcios en general.
Bueno pues la anécdota del día, es cuando vamos a entrar a la mezquita, y nada más verme me dicen a mi que no, que por esa puerta no, ya me había descalzado, pero tienen otra puerta para las mujeres, allí solo hombres. Bueeeeeeeno, pues vale, me calzo, me voy a la otra puerta que estaba en la otra punta, y cuando voy a entrar me dice el tío de la puerta que le de los zapatos, yo le digo que no que tengo una mochila para los zapatos, (por cierto fue un buen consejo que vi en el foro de losviajeros.com si te llevas una mochila o algún tipo de bolsa que tu lleves encima para guardar tus zapatos, luego no tienes que pagar propina por algo que encima te obligan a hacer, que es dejar tus zapatos en la puerta) pues eso que me quito mis zapatos y los meto en mi bolsa, ahora resulta que tenía que cubrirme la cabeza, menos mal que llevaba el turbante en la bolsa, no me lo iba a llevar porque por la ciudad no me lo he puesto, pero pensé que no hacía bulto y que quizá lo utilizaba en alguna tienda con demasiado aire acondicionado, que se pasan un montón con el aire en todos los sitios. Total que me pongo el turbante como un velo en la cabeza, y cuando paso todavía me quería pedir propina, no le hice ni caso, encima de que hago yo todo el trabajo y él solo me daba negativas no le pensaba dar un duro.
Bueno pues lo flipante es que las mujeres tienen una sala para rezar, y luego solo pueden acceder a una pequeña parte de la sala donde está la tumba del Amir Gawhar Qunqubay, tesorero del sultán Barsbay, debió ser alguien muy importante en el mundo islámico, había mujeres que le rezaban llorando. Y eso es todo, eso es lo que pude ver.
Juan entró por la parte de los hombres, dice que le miraban mucho, y que hasta le dio reparo hacer fotos, que acabó sentándose un ratito como ellos para que dejaran de fulminarle con la mirada, pero salió en seguida, de hecho nos encontramos en “su puerta”, para que le diera sus zapatos, que me los había quedado yo en la mochila.
De ahí nos fuimos a tomar un karkadé bien fresquito, que sienta de cine, y a comprar en la marabunta del Kalili. Al final tengo que confesar que lo que menos he hecho este viaje ha sido comprar, a pesar de mi fama de compradora compulsiva, pero es que la verdad, cansa mucho aguantar tanto acoso de los vendedores, tanto regatear, y además tienen todo expuesto, yo creo que casi no tienen almacén, con lo que ves tanto que no ves nada. Además de que lo que hemos visto era claramente de baja calidad, estatuas más falsas que Judas, incluso a un vendedor se le rompió una supuesta estatua de basalto, jejeje peaso pieza de escayola señores, que casi no he comprado casi nada de la lista que tenía preparada.
Nos fuimos desde el mercado al famoso restaurante El Felfela, en otro cutre-taxi, esta vez “protegidos” por la poli hasta la plaza de la ópera, jejeje cuando estábamos negociando el precio, la policía turística le estaba echando la bronca al taxista por lo que luego vimos, que estaba en medio, nos imaginamos que no era un taxi muy legal cuando vimos que el coche era igual de cutre, pero era blanco, es decir no cuadraba con los blancos nuevos con taxímetro, y además se monta un tío delante, nos extrañamos, pero el taxista medio chapurreó que era policía, aunque debía ser de la secreta, porque no llevaba ningún distintivo. De todos modos a esas alturas no nos extrañó, en El Cairo es donde más policía armada hemos visto, con o sin distintivos.
Comemos allí, un sitio muy bonito, un remanso de paz entre tanta locura, además hay pasta, y comida egipcia, o sea que quien prefiera otro tipo de comidas, también puede. Comimos con cerveza y postre, y calculamos al cambio unos 26 euros los dos, no está nada mal, teniendo en cuenta que comimos muy bien, y en pleno centro del Cairo.
Nos fuimos para el hotel andando, y con el calor, el solazo que pegaba, las compras cargados, al final yo creo que no pillamos una insolación porque inmediatamente nos dimos una ducha bien fresquita, y recuperamos nuestro color habitual en vez del morado sudoroso que traíamos.
Bueno pues a descansar un poco, que aún nos quedaban las últimas compras en el centro comercial de al lado del hotel, después algo de picar en la planta ejecutiva, y a hacer las maletas, que mañana toca súper madrugón para coger el avión.
Por desgracia esta maravillosa aventura toca a su fin, y ya solo nos queda despedirnos de los amigos, pasar todo el proceso de facturar y meterte en el avión, jaleo de maletas, etc y vuelta a casa
Ya desde casa escribo esta última entrada, bueno creo que penúltima, quiero hacer otra con detalles y experiencias que se nos han podido escapar, y completaremos las ya publicadas con fotos poco a poco, para ilustrarlas, que el viaje lo merece.
En fin, estoy segura de que volveremos, o al menos lo intentaremos, y ya tengo claro lo que haríamos, porque sé lo que nos ha quedado por ver, o lo que no hemos podido estar el tiempo suficiente para disfrutarlo, así que ahora solo queda encontrar el momento idóneo.